Cada persona con una patología diagnosticada la vive a su manera. En el caso del Parkinson, sus síntomas comunes pueden manifestarse con mayor o menor intensidad, según cada paciente. Sin embargo, hay un interrogante común que surge tras el diagnóstico: “¿Cómo progresará desde la aparición de los primeros signos hasta sus efectos más severos?”.
La Enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno generado por un proceso neurodegenerativo multisistémico que afecta gradualmente al sistema nervioso central. Se caracteriza por la pérdida de neuronas en la sustancia negra, una estructura situada en la parte media del cerebro que produce uno de los neurotransmisores principales vinculados al movimiento muscular: la dopamina. Sin embargo, en las personas con Parkinson, el 70 u 80% de las células productoras de esta se deterioran paulatinamente.
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Unos 10 millones de personas en todo el mundo padecen Parkinson. Fuente: Asociación Europea de Enfermedad de Parkinson (EPDA) |
En la mayoría de los casos, la EP aparece después de los 60 años, pero no es exclusiva de los adultos mayores, ya que el 30% de los que padecen esta patología tienen menos de esa edad. Su diagnóstico clínico resulta vital, dado que hasta hoy no existe un marcador bioquímico que confirme este trastorno.
Por lo tanto, la detección se basa en la identificación de una serie de síntomas clasificados en motores –temblores, rigidez muscular y lentitud en los movimientos– y no motores –ansiedad, trastornos de sueño y depresión–.
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Se estima que entre el 15% y el 25% de las personas con Parkinson tuvieron algún familiar con la misma patología. Fuente: Federación Española de Parkinson
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De acuerdo con la escala Hoehn y Yahr, la enfermedad de estadios con el objetivo de modelo para que los profesionales de la salud puedan hacer el seguimiento de las variaciones dado que el avance de los síntomas es un proceso único y particular en cada persona con EP.
Asimismo, la clasificación del Parkinson se divide en tres etapas: leve (estadio 1 y 2), moderado (estadio 3 y 4) y severo (estadio 5).
Se trata de una instancia cuyo diagnóstico es reciente. En esta fase, se presentan síntomas motores leves y notorios que afectan la actividad diaria del paciente.
Los síntomas generalmente asociados a esta fase son:
Ligero temblor en alguna de las extremidades.
Cambios al caminar, como arrastrar los pies.
Rigidez en alguna parte del cuerpo, especialmente en expresiones faciales.
Discinesias (movimientos anormales e involuntarios).
Lentitud de movimiento.
Durante esta etapa, los medicamentos administrados son los llamados agonistas dopaminérgicos, que imitan el efecto de la dopamina en el cerebro y/o también el uso de levadopa. Los movimientos permanecen controlados con poca o ninguna variabilidad de una dosis a otra.
En esta etapa, los síntomas se intensifican y ya son bilaterales (afectan ambos lados del cuerpo), pero todavía no aparece un trastorno del equilibrio. Pese a que la persona aún puede mantener su independencia, algunas de las tareas del día a día se tornan más complejas, ya que aumenta la rigidez, los temblores y se hacen más notorias las dificultades para caminar y hablar.
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“La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva. Es la segunda enfermedad más prevalente en la actualidad después del Alzhéimer y pertenece a los llamados Trastornos del Movimiento.” Fuente: Federación Española de Parkinson
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En esta instancia comienzan a aparecer los primeros signos de inestabilidad postural. Los síntomas más importantes son:
Lentitud en los movimientos y bradicinesia más aguda.
Inconvenientes para caminar erguido, por lo que aumenta el riesgo de caídas.
Problemas notorios en el habla y dolor muscular.
Aunque el paciente todavía es físicamente independiente, pueden complicarse acciones básicas, como comer o vestirse. En este punto, las dosis habituales de medicamentos continúan mejorando los síntomas; sin embargo, el tiempo de eficacia del fármaco se hace cada vez más corto. En consecuencia, las dosis deben ir aumentando paulatinamente. Esto puede provocar discinesias y distonía (espasmos musculares).
Llegada esta fase, la incapacidad es grave: aunque el paciente todavía puede trasladarse o estar de pie sin ayuda, necesita la asistencia de otra persona. Los síntomas dejan de ser únicamente motores y surgen los trastornos cognitivos. Algunas de esas problemáticas son:
Sueño fragmentado.
Somnolencia diurna.
Variaciones neuropsiquiátricas, como alucinaciones.
Dolor y fatiga.
Además, en esta fase, la medicación asociada al Parkinson no es tan efectiva como antes y se requiere de una respuesta terapéutica más compleja. Se agudizan las señales como discinesias y fluctuaciones motoras o conductuales. Otra característica de este nivel es que el paciente puede experimentar períodos “ON/OFF”, es decir, pasar de estar lúcido a experimentar, de un momento a otro, los síntomas de la enfermedad.
Es el estadio más avanzado. El paciente padece más rigidez en sus piernas. Necesita ayuda de manera constante. Además de las complicaciones motoras, podrían aparecer alteraciones del sueño, trastornos en el estado de ánimo y ansiedad. Se hace necesario acudir a tratamientos de segunda línea, que suelen incluir intervenciones quirúrgicas o el uso de un dispositivo.
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El 15% de los afectados padece un grado de deterioro motor grave que requiere de asistencia permanente, mientras que un 85% atraviesa alguna de las etapas iniciales. Fuente: Asociación Parkinson Madrid
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La información brindada se proporciona solamente con fines educativos, no pretende sustituir el asesoramiento, el diagnóstico o el tratamiento médico profesional. Siempre consulta a tu médico u otro nuevo o suspender un tratamiento existente. Habla con tu profesional médico sobre cualquier consulta que puedas tener respecto a una condición médica.
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